viernes, septiembre 02, 2005

A los Tiros

Conseguimos la exclusiva voz de Ricardo Lester, un critico de Rock de los de antes, un moralista de los que no abundan. Dando vueltas y puteando por la redacción siempre afirma que antes los periodistas de rock hablaban mal de los músicos porque en su interior querían ser músicos, pero desde que el periodismo de rock fue ocupado por gente que quiere ser groupie las discográficas están más que contentas. Sin más preludios, aquí les va un Lester puro...

A los Tiros
Por Ricardo Lester

Muchas veces me despierto por las noches en una pesadilla que continua: el Rock deja la disidencia para convertirse en consumo y producto de producción en masa, ya no importa que a nadie le importe, sino que le tiene que importar a alguien mas que a uno. Para ver si sigo despierto en esta vida de pesadilla me visto como puedo, y salgo a caminar por la noche de la ciudad que habite en ese momento, y para confirmar la pesadilla por vida que hay que sobrellevar debo hacer pocas cuadras para ver a un grupo de niños de no más de quince años con un aerosol en la mano siguiendo un rito iniciático mientras pintan en la pared de una casa blanca que v8 no murió, a lo que cuando pasan me miran de manera desafiante. Reconozco a un vecino que hasta hace no mas de un año ni siquiera sabia quienes eran los Beatles, pero ahí esta con su remera de hermética, y el aerosol en la mano continuando con el legado de los metaleros. no me importa que ante su grupo no me conozca, se que no le conviene conocerme, por mas que sepa quien soy. Sigo, llego hasta el primer bar rocker donde solían foguearse bandas con el viejo y desaparecido afán de rockear un poco hasta que los dedos sangren. golpeo la puerta en clave y esta se abre por magia del Omar Chaban del barrio quien al verme gesticula como no entendiendo el por qué del presente actual, en realidad no se bien de que se queja, el lugar esta mas lleno que cualquiera de los buenos días de los que hablaba. Entro, pido una cerveza en la barra y me ubico en un costado, vaso en mano a escuchar a la nueva reencarnación de los Stones. Los temas con un aire en común parecieran calcados de un viejo y difuso cassette gastado de tanto escucharlo. Empiezo con un rastreo visual del espectador, un publico no mayor de veinte años uniformado con remera de los Rolling unos, otros con unas camisas que se repiten hasta el hartazgo como la lengua Stone que Warhol acuñó por el 71 para que se inmortalice en los cuerpos de estos chicos en tatuajes de logos que la deforman dando lugar a nuevos de los que luego pueden llegar a arrepentirse al encontrarse con ellos en lugares insospechados. El corte rutera-flequillo-Stone se repite en todos, modificándose en las niñas quienes con un pelo negro, en algunos casos teñido, lucen un abrupto corte en la frente que se repite tanto como casi la totalidad de las presentes. A veces me pregunto el por qué se estas salidas de choque en las que busco encontrar lo que se que existe desalentándome por un lado, y dándome seguridad por el otro. Cuando se termina la cerveza de mi botella me retiro por lo bajo caminando solo, sin mucha luz en una calle que espera que amanezca llegando a la misma conclusión siempre: que si bien me estoy poniendo viejo, me cuesta aceptar como cambio el lugar del Rock por el que antes luchábamos. Aunque se que cuando llego a casa puedo poner algún vinilo en el tocadiscos mientras releo alguna que otra nota acerca de alguna banda ya olvidada o relanzada a la fama.

1 comentario:

Osvaldo Drozd dijo...

Che que buen artículo, la verdad que me identifico al cien por ciento. Por más flequillos y remeras, los rockeros siempre vamos a ser unos incomprendidos, y caminaremos por la calle solitarios tarareando algún blues. Quiero decir que por masivo que sea hoy el rock, el espiritu del rockero lo va a hacer sentir en soledad.
Un abrazo